El blog de Aurelio Asiain

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Categoría: traducción

Seamus Heaney: OSTRAS

Nuestras conchas sonaron en los platos.
Fue un estuario colmándose mi lengua,
mi paladar un constelado azoro:
mientras probaba las saladas Pléyades
Orion metió su pie en el agua.

Yacían, vivas y violadas,
en sus lechos de hielo:
Bivalvas: bulbo hendido
y el suspiro galante del océano.
Por millones violadas, desconchadas, dispersas.

Habíamos llegado hasta la costa
conduciendo entre flores y caliza
y brindábamos ya por la amistad,
asentando un recuerdo inmaculado
bajo techos de paja y entre platos de barro.

Por los Alpes, en heno y nieve envueltas,
los romanos llevaban ostras al sur, a Roma.
Vi las alforjas húmedas verter
en labios como frondas la picante salmuera
al hartazgo de los privilegiados.

Me enojó no poder apoyar mi confianza
en la luz clara, como la poesía o la libertad
que entraban desde el mar. Apuré el día
a conciencia, para que su regusto
me urgiera al puro verbo, al verbo puro.

SEAMUS HEANEY / a. a.

Enju Tanaka: Humedad

湿度

Qué insoportable
esta humedad de junio
en que me enredo.
Voy caminando en fila,
con los brazos cruzados.

Hace ya mucho
caminaba del brazo
de un hombre
y sobre mi caía
una lluvia excesiva.

Parecería
que a oscuras la humedad
se hace más densa.
Estiro cuanto puedo
las piernas en el cuarto.

Siempre que baja
la presión atmosférica
es doloroso.
Sólo se oye un sonido:
es el de tus pulmones.

Ah, cómo pesa
en el cuarto la ropa
puesta a secar.
Me llegan los murmullos
de lo que hice a un lado.

Parecería
que tuviera otra piel
bajo la piel.
Y tal vez en los ojos
un doble cristalino.

Por todos lados
huellas de pies desnudos
y pegajosos.
Bien pisoteada esa
armonía doméstica.

De las rodillas
para abajo desnuda,
qué largos huesos,
qué cuerpo tan extraño.
Vamos a pelar nísperos.

Toda la ropa
del invierno, tan gruesa,
se ha vuelto inútil
y ahora hay que llevarla
a la tintorería.

Suda uno a chorros,
no deja de chorrear
un solo instante.
Qué humedad espantosa
es la humedad de junio.

Te regalaron
una copa de vino:
como en su caja
de terciopelo en una
grieta la guardas.

Tú ya no eres
la de todos los días:
temperatura
del cuarto regulada
y una manta en los hombros.

Está en la sala,
levemente sudado
y sin embargo
durante el sueño siempre
desprotegido el cuello.

Tanta humedad
le llega hasta a los muertos.
Como una suave
mentira va envolviendo
el agua de tu cuello.

Control remoto:
aire acondicionado:
dos grados menos.
Y la temperatura
es la misma en mi pecho.

Ginebra, vodka,
ronrico y luego otras
espirituosas.
Alcoholes tan fuertes
que nos duela beberlos.

Peptobismol
antes de emborracharse.
En días claros
también llevar paraguas.
Esa clase de vida.

Voy a pensar,
con la temperatura
del cuarto al minimo,
mientras me voy secando,
qué cosas increíbles.

Ropa arrojada
al suelo, como escamas.
Duele quitárselas,
tal vez porque así estamos
más cerca de los muertos.

Tanta humedad
no nos deja siquiera
salir del cuarto.
¡Con llave, sí, con llave,
cerrar, cerrar con llave!

ENJU TANAKA / a. a.

*

Ayer, en Kioto, la humedad del aire era de 98% y me acordé de este poema, que traduje en el verano de 2005, para una lectura colectiva. La he retocado apenas. Enju Tanaka (田中槐, Hamamatsu-shi, Shizuoka, 1960) es una reconocida practicante de tanka y fue, durante años, crítica de poesía en el Asahi, uno de los mayores diarios de Japón.

Un estanque

Lodoso estanque
tras una inundación
es mi cerebro.

Peces multicolores
allí se agitan: voces
apenas dichas.

Como a faroles
flotantes que se alejan,
desde la orilla

los ve una leve
muchedumbre tranquila:
algas marinas.

MITSUI FUTABAKO / a.a.

Ni la regularidad estrófica ni las rimas ni la puntuación están en el original de la poeta japonesa (1918-1990), que puede leerse aquí: son antojo del traductor.

La gran experiencia

Ver cómo se disipan en el aire los dioses,
disueltos como nubes: nos ha tocado en suerte.
No perdidos un tiempo detrás del horizonte,
ni vencidos por dioses más sabios y potentes:
sino en nada, sin más, resueltos simplemente.


WALLACE STEVENS / a.a.

 

Los cuatro alejandrinos españoles son traducción más o menos literal y lineal de un pasaje del ensayo “The Imagination as Value”, de The Necessary Angel:

To see the gods dispelled in mid-air and dissolve like clouds is one of the great human experiences. It is not as if they had gone over the horizon to disappear for a time; nor as if they had been overcome by other gods of greater power and profounder knowledge. It is simply that they came to nothing.”

Amor después del amor

AMOR DESPUÉS DEL AMOR

Llegará el día
en que, con júbilo,
te recibas a ti mismo que llegas
hasta tu puerta, ante tu propio espejo,
y uno al otro sonriendo se den la bienvenida

y se digan: siéntate. Come.
Volverás a querer al extraño que has sido.
Saca el vino. Y el pan. Tu corazón, devuélvelo
a sí mismo, al extraño que te ha amado

toda la vida, al que ignoraste
por otro, al que te sabe de memoria.
Esas cartas de amor en las estanterías,

quítalas; y las fotos, las notas consternadas.
Corta tu propia imagen del espejo.
Y siéntate. Hoy hay fiesta en tu vida.

DEREK WALCOTT ~ versión de AURELIO ASIAIN

 

 

LOVE AFTER LOVE

The time will come 
when, with elation 
you will greet yourself arriving 
at your own door, in your own mirror 
and each will smile at the other’s welcome, 

and say, sit here. Eat. 
You will love again the stranger who was your self.
Give wine. Give bread. Give back your heart 
to itself, to the stranger who has loved you 

all your life, whom you ignored 
for another, who knows you by heart. 
Take down the love letters from the bookshelf, 

the photographs, the desperate notes, 
peel your own image from the mirror. 
Sit. Feast on your life. 

DEREK WALCOTT

 

* * *

Traigo desde aquí este poema que me recordó mi amiga Vanesa.

Póker

Esa noche a la mesa éramos cinco
jugadores: Padge, Kieran, Neal y yo
y tío Charlie, tendido en su ataud.
Le tocaba una mano a cada vuelta,
por turnos apostábamos por él
y tanto eran ganancias como pérdidas:
¿para qué iba a querer unas monedas?
¿Algo querría ganar más que la vida?
Pero cinco jugamos esa noche
y era de día ya cuando paramos.
Le dejamos las cartas esperando
que no se olvidará nunca del juego
de esa noche y Padge, Kieran, Neal y yo
desandamos la senda a nuestras camas
para dormir hasta enterrarlo y luego
volvimos a jugar hasta aceptarlo:
con tío Charlie se fue la buena mano.

*

 

MATTHEW SWEENEY
versión de Aurelio Asiain

Aquí, el original y la lectura del poeta.

Cueva del Sueño


Giulio Carpioni, Iris visita a Hypnos en la cueva del Sueño.

a partir de Ovidio*

Guarda el monte desierto una caverna
por los rayos del sol jamás tocada;
la tierra en torno
exhala
nubes de niebla
en un ocaso interminable,
la secreta morada
del dios del Sueño ocioso.
No hay ningún gallo que convoque al alba,
no hay gansos, perros ni animal alguno
que interrumpa el silencio, no hay ni ramas
por la brisa agitadas. Quietud solo
y, muy bajo, el murmullo del distante
Leteo y los guijarros que a su paso
mueve mientras susurra: duerme, duerme.
Afuera, exuberantes amapolas;
hierbas que sueltan en la noche jugos
e infunden en la tierra su indolencia,
su tibia gravedad.
No hay puertas: chirriarían las bisagras;
no hay guardián a la entrada.
En una plataforma en mitad de la cueva
hay una cama de ébano, abultada
de sábanas oscuras y negros almohadones
donde yace el dios mismo,
en qué lánguida paz hundido.
Por todos lados sueños vacíos lo rodean,
incontables igual que en la cosecha
los granos de maíz, las hojas en los árboles
del bosque, las arenas de la playa.

Penetra el mensajero de la diosa en la cámara,
le sacude los sueños que le cierran el paso.
La luz de su vestido va inundando la cueva,
y ya empieza a agitarse el Sueño: lucha
por levantar los párpados, en pesado letargo.
Lo intenta una y otra vez, y retrocede,
y hunde en el pecho la cabeza. Al fin
despierta, parpadea, abre los ojos
y, apoyado en un codo,
mirando a la mujer, sonríe.

*

ROBIN ROBERTSON,

en Hill of Doors

—versión de Aurelio Asiain

* Metamorfosis, XI

Cómo se elige al Papa

Un caniche que no levanta un palmo es un juguete.
Casi siempre un juguete es una imitación
de algo que usan los adultos.
A los papas con pelo sin cortar les dicen papas de cuerda.
Si el cabello de un papa no se cuida,
crece tan largo que se va enroscando
en largas trenzas que semejan cuerdas.
Los rizos son muy firmes si están cortos.
Los papas son muy inteligentes.
Los hay de tres tamaños diferentes.
Los mayores son papas estándar.
Los medianos son papas miniatura.
Podría seguir así, podría decir:
«He aquí papa cuadrado y ordenado,
de buenas proporciones, aire alerta
y expresión de curiosidad brillante»,
mas no lo haré. Cuando un caniche muere
todos los cardenales se reúnen
en el 7-Eleven más cercano.
Beben Slurpees hasta que hay alguno
que vomita, y lo invisten nuevo papa.
Ya con plenos poderes recorre las estepas,
a solas, día y noche, llueve o truene.
El nuevo Papa elige su nombre como papa,
«Wild Bill», «Buffalo Bill» o algo así.
Calza zapatos rojos con una cruz bordada al frente.
Casi no hay papa al que no llamen «Bebito», porque no hay
nada como crecer e irse volviendo papa.
No deja de crecerles y cambiarles el cuerpo,
pero hay cosas que a veces los hacen infelices.
Tienen que ir solos al baño,
y casi todo el tiempo están durmiendo.
Los padres no parecen capaces de ayudarlos a crecer.
Les repiten que no miren por las ventanas,
pero colman el cielo.
Se diría que están allí tranquilamente,
pero están aprendiendo algo más.
Quién sabe qué: no somos como ellos.
Ni siquiera podemos vestirnos como ellos.
Bichos rojos o ácaros parecemos al lado.
Creemos divertirnos cortando los monitos del periódico,
mientras en realidad comemos migajas de sus manos.
Somos pequeños gérmenes que no ve el microscopio.
Cuando un papa está listo para entrar en el mundo,
intentamos cantar, pero no ajustan bien las palabras y la música.
Hay papas de cuerpo entero un millón de veces más grandes que nosotros.
Abren la boca a intervalos regulares.
Muelen y muelen trozos de la cruz
y los escupen. Moscas negras se aferran a sus labios.
Una vez elegidos reciben un tazón de crema
y un cachorro. Las cejas son una protección
cuando el Papa atraviesa la espesura
en busca de su oveja.

*

JAMES TATE
señalado por Claudio López Lamadrid en el blog de Michael Robbins
versión de Aurelio Asiain

La poesía

Como el ciego diamante guarda una
chispa del primer fuego del planeta
presa en su red de hielo para siempre,
no queda en el poema el calor del amor,
sino apenas el átomo del amor que lo extrajo
del silencio: y si prenden las brasas encendidas
de su amor, el poeta oye su voz de pronto
impostada: un cantante de bar, un jactancioso
de su hondo sentimiento, o náufrago de violines;
pero si es más estable la luz que arroja, sabe
que cuando llegue al fin sonará el verso puro
anónima y sereno como fuente en el monte.
Bajo el cielo de azul indiferente, el agua
canta y no canta nada, no tu nombre, no el mío.

*

DON PATERSON,
de The Eyes, en Selected Poems

Versión de Aurelio Asiain

La casa del sueño

Soñé diez años con la misma casa:
me aprendí corredores y cornisas, las vetas
de tablones y duelas, cómo entraba la luz
cada hora en cada cuarto. De sueño en sueño, eran
cada vez más perfectos las líneas y los ángulos.

Andando el bosque este verano, cerca de un pueblo
en que nunca había estado, vi el portal conocido,
y detrás el sendero de siempre. Y allí estaba,
con cartel de se vende y rodeada de alerces,
pinos y sicomoros: la casa de mis sueños.

Así que toqué el timbre, y salió el propietario.
Le pregunté si no le resultaba extraño
que yo se la mostrara. A la izquierda, le dije,
está el recibidor, con sus libreros; gire
y verá el comedor, y detrás la cocina.

Subíamos a ver las cuatro habitaciones
de ventanas salientes y cortinas azules
pero algo me detuvo, en seco, en el rellano:
una puertita roja que no había visto nunca.
Me dijo que era nueva, la habían puesto ese día.

Le pregunté al bajar cuánto pedía. Era
tan poco que no pude ocultar mi sorpresa,
pero dije: la tomo. Me explicó lo barato:
es que estaba encantada. Dije que no importaba:
me venía muy bien, porque yo era el fantasma.

Hace un mes de eso, tengo las llaves ya y exploro,
conozco cada cuarto como mi propio cuerpo,
hasta que la puertita roja viene a mi mente.
Son demasiado grandes las llaves, salvo una
no mayor que la garra de un gorrión. Me arrodillo

y abro la cerradura. Y allí, en la oscuridad,
hay una casa en miniatura. Por las ventanas,
detrás de las paredes, vi a mi hijo sano y salvo.
Ha crecido tan poco. ¡Mírenlo nada más!
El niño que soñé murió hace ya diez años.

*

ROBIN ROBERTSON

*

De Hill of Doors

Versión de Aurelio Asiain