Seamus Heaney: OSTRAS

Nuestras conchas sonaron en los platos.
Fue un estuario colmándose mi lengua,
mi paladar un constelado azoro:
mientras probaba las saladas Pléyades
Orion metió su pie en el agua.

Yacían, vivas y violadas,
en sus lechos de hielo:
Bivalvas: bulbo hendido
y el suspiro galante del océano.
Por millones violadas, desconchadas, dispersas.

Habíamos llegado hasta la costa
conduciendo entre flores y caliza
y brindábamos ya por la amistad,
asentando un recuerdo inmaculado
bajo techos de paja y entre platos de barro.

Por los Alpes, en heno y nieve envueltas,
los romanos llevaban ostras al sur, a Roma.
Vi las alforjas húmedas verter
en labios como frondas la picante salmuera
al hartazgo de los privilegiados.

Me enojó no poder apoyar mi confianza
en la luz clara, como la poesía o la libertad
que entraban desde el mar. Apuré el día
a conciencia, para que su regusto
me urgiera al puro verbo, al verbo puro.

SEAMUS HEANEY / a. a.