El blog de Aurelio Asiain

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Mes: noviembre, 2013

Iluminación ilustrada

Anoté hace años cómo el upāsaka Ch’ang Chiu-ch’en (張九成) ponderaba en el escusado un koan cuando oyó croar una rana y despertó:

春天月夜一聲蛙
撞破乾坤共一家

Noche de luna en primavera. Croa una rana.
Hace añicos el cosmos: lo vuelve una familia.

* * *

Encontré la anécdota y una versión en inglés del poema en The Golden Age of Zen. Zen Masters of the Tang Dinasty de John C. H. Wu, Yangmingshan, Taipei, 1967, pero el texto en esta página. Me pregunto si Bashô…

Y Guillermo Sheridan comentó:

Bueno, es muy hermoso el texto, pero el contexto…
Es imposible no establecer santos paralelos causales entre el croar de la rana y el culo que brama; ni entre la rana en su estanque y el sapo en el retrete, y etcétera.
Por otro lado, como ya narré alguna vez, no sé dónde, hablando de la diocesilla Baubo (o Imabe), un pedo a tiempo no sólo salva al mundo, sino replica, little bang, al cosmos, big bang.

Con lo cual no hacíamos sino comentar, adelantándonos torpemente, el cartón que publicó ayer Jis:

"Otro día". Cartón de ©Jis

«Otro día». Cartón de ©Jis

Adviértase que la última frase en el cartón de Jis, entre la mano izquierda del monje y la onomatopeya entre paréntesis, es una cita de la frase final del más conocido haiku de Bashô: «¡El viejo estanque! / Una rana da el salto. / El sonido del agua». Saque el lector sus conclusiones.

 

Al respecto, Ernesto Hernández Busto me llama la atención sobre esta entrada de Valerio Magrelli en su Ch’e cos’è la poesia, abecedario:

U de Urgencia

Prefiero esta palabra a aquella, más desgastada, de “inspiración”. “Urgencia” indica un movimiento, una presión que impulsa al poeta a escribir en determinado momento, y no en otro. Quizás a alguien el término le pueda parecer inadecuado, por demasiado cercano al universo corpóreo (la pareja digestión-evacuación). Al contrario, el vocablo se recomienda justo por esa cercanía, como han hecho notar muchos escritores.
La analogía entre la poesía y las heces aparece, por supuesto, en las vanguardia, dedicadas al sabotaje y a la mezcla de códigos, pero mucho más sorprendente resulta reencontrarla en un autor post-simbolista como Paul Valéry. Una de sus prosas, titulada Elementos físicos, plantea esta extraña pregunta: ¿por qué razón aquello que sale del cuerpo debería ser más sucio que aquello que ha entrado en éste? Al contrario, rebate Valéry, aquello que echamos fuera debería ser considerado como el purísimo, refinado y sapiente producto de una complicada elaboración.
Y he aquí su desconcertante tesis: “Oh, cuerpo glorioso, ¡algún santo debería mostrar amor por tu mierda! Mientras aún está dentro, es sagrada como si fuese una parte del Yo, y cuando digo ‘yo’ ella también está incluida. Luego se hace notar dentro de mí y se vuelve imperiosa. Un extranjero por expulsar. Y sin embargo sigue siendo MI criatura, mi obra más importante”.
He traducido como “mierda” la palabra francesa “fiente” porque los otros sinónimos están todos en plural (heces, excrementos) y no cubren la singularidad de la producción orgánica que el autor pretende subrayar (“MI criatura, mi obra”) al escoger, sobre todo, el género femenino. Pero nadie, probablemente, ha llegado tan lejos como para parangonar el producto poético con el escatológico, el objeto más sublime con el más vulgar. Y todo esto bajo el signo de la urgencia, o sea, del súbito reclamo de una materia que escapa, empuja y pide prepotentemente ver la luz.

 (Traducción de Ernesto Hernández Busto que tomo de aquí, donde hay más).

Heaney: Ocho elegías

CAVAR

Entre el pulgar y el índice 
reposa
mi gruesa pluma, como un arma cómoda.

Tras la ventana un claro ruido raspa:
en el suelo de grava hunde su pala
mi padre: cava. Bajo la mirada:

su grupa, tensa entre las jardineras
se inclina y, como hace veinte años,
rítmicamente entre surcos de papas
vuelve a agacharse ahí donde cavaba.

La ruda bota contra el borde, el mango
en la rodilla interna apalancado.
Arrancaba raigones y enterraba
el filo reluciente en lo profundo
para lanzar las papas que atrapábamos,
fría dureza amada en nuestras manos.

Mi viejo manejaba bien la pala,
¡por Dios! Tan bien como su viejo.

En un día mi abuelo arrancaba más turba
que cualquiera en las turbas de Toner.
Le llevé una vez leche, una botella
con tapa de papel. Se enderezó
para beberla y luego se inclinó de regreso
cortando y rebanando limpiamente, arrojando
terrones sobre el hombro, yendo más y más hondo
buscando la buena turba. Cavando.

Olor fresco de moho de papas, chapaleo,
cae la tierra pastosa, un filo corta seco
entre raíces vivas despiertas en mi mente.
¿Cómo seguir, sin pala, a hombres como ellos?

Entre el pulgar y el índice reposa
la gruesa pluma
con que voy a cavar.

 

TESTIMONIO

Estábamos matando cerdos
cuando los yanquis arribaron.
Martes por la mañana, sol
y sangre en las cunetas
fuera del matadero.
Desde la carretera habrán oído
los chillidos, y luego que cesaban,
y nos habrán visto acercarnos
en delantales y con guantes,
colina abajo.
Marchaban en dos filas,
con sus armas al hombros.
Carros blindados, tanques, jeeps abiertos.
Manos, brazos quemados por el sol.
Desarmados, de paso,
camino a Normandía.
No que supiéramos entonces
hacia dónde se dirigían,
de pie, como unos muchachitos,
mientras nos arrojaban chicles
y golosinas de colores.

 

A BERNARD Y JANE McCABE

Seco el lecho del río, medio lleno de hojas.
Nosotros, que escuchábamos otro río en los árboles.

 

LA PUERTA ESTABA ABIERTA, LA CASA ESTABA A OSCURAS

En memoria de David Hammond

La puerta estaba abierta, la casa estaba a oscuras
y eso me hizo llamarlo, aunque sabía
que esta vez por respuesta tendría ese silencio

que me tuvo escuchando de pie mientras crecía
hacia atrás y hacia abajo y hacia fuera en la calle
en la que cuando entré (ahora lo recuerdo)

las farolas también estaban apagadas.
Nunca hasta allí y entonces me sentí tan ajeno,
casi como un intruso, con ganas de escapar

pero teniendo claro que no había peligro,
sólo un apartamiento, un vacío no hostil
como un hangar a medianoche en un

aeródromo cubierto en lo alto del verano.

 

ACLARAMIENTOS, 3

In Memoriam M.K.H., 1911-1984

Se habían ido a misa los demás y quedaba
yo para ella mientras pelábamos las papas.
Rompían el silencio, soltadas una a una
como del soldador gotas de soldadura:

las cosas compartidas, en la grata frescura
común resplandecían, agua clara en un cubo.
Y seguían cayendo. Gratas salpicaduras
del trabajo del otro nos volvían al mundo.

Así que cuando el cura junto a su cabecera
se afanaba en plegarias por el bien de su alma
y algunos lo seguían mientras otros lloraban

recordé su cabeza tendida a mi cabeza,
los alientos mezclados, las ágiles navajas.
Nunca en toda la vida estuvimos tan cerca.

 

1.1.87

Qué peligro, la acera.
Pero este año tengo para el hielo
el bastón de mi padre.

 

LA PLAYA

La línea de puntos que trazó
el bastón de mi padre en Sandymount
es algo más, que no se lleva el mar.

 

NOCHE DE AGOSTO

Sus manos eran cálidas y pequeñas y sabias.
Volví a verlas anoche: dos hurones jugaban
a solas en un campo a la luz de la luna.

 
Estas traducciones aparecieron antes en el número de octubre de 2013 de Letras Libres.
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Digging” abre el segundo libro de Heaney, Death of a Naturalist, que llamó la atención del mundo sobre su poesía, y es uno de sus poemas más celebrados. La asimilación de la escritura a la labranza, y de los versos a los surcos, es milenaria. Lo novedoso es la modalidad del género: una elegía proléptica, pues el padre de Haney no moriría sino 25 años después.

El escenario del «Testimonio» es Belfast y el poema describe un acontecimiento cuyos signos ominosos solo cobran sentido en el recuerdo. Los muchachos que pasan por al matadero, hombres para el niño que los evoca, se dirigen a la muerte.

A Bernard y Jane McCabe los conoció Heaney en Cambridge en 1979 y fueron una amistad duradera. Al escritor está dedicado The Haw Lantern (1987); ellos son la armoniosa pareja retratada en “The Birch Grove” (2006). El “nosotros” de la segunda línea se asimila a las hojas caídas, como en la imagen homérica.

Seamus Heaney escribió en agosto de 2008 para The Guardian el obituario de su compatriota David Hammond —escritor, compositor, cineasta, historiador, cantante— y luego tuvo el sueño que escribe este poema.

M.K.H., la dedicataria de los ocho sonetos de Clearances, es la madre de Heaney y sus ocho hermanos mayores: Margaret Kathleen McCann

El primero de enero de 1987 es la fecha del fallecimiento del padre de Seamus Heaney. El poema, uno de los mejores haikus que se hayan escrito en una lengua occidental, evoca a Issa Kobayashi.
Sandymount Strand, a las afueras de Dublín, fue el lugar de residencia de Seamus Heaney durante los últimos 36 años de su vida. Que sea también uno de los escenarios esenciales del Ulises es algo que no deja de resonar en el poema.

También al padre de Heaney, granjero, se refiere el sueño visionario de «Noche de agosto».