El blog de Aurelio Asiain

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Categoría: traducción

Anthony Hecht: UNA COLINA

En Italia, donde estas cosas pasan,
tuve una vez una visión —se entiende:
no como las de Dante, no la visión de un santo,
quizá ni una visión de veras. Con mis amigos
curioseaba en la plaza soleada
muy de mañana. La greca nítida de sombras
de las grandes sombrillas cubría el pavimento:
bajíos relucientes en que anclaba la breve
armada de carretas. Libros, monedas, mapas,
paisajes burdos, feas estampas religiosas,
todo en venta. Colores, ruidos,
manos al vuelo: gestos exultantes;
aun el regateo
cual verbosa piedad subía hasta el oído.
Y entonces ocurrió: todo calló de pronto,
y oscureció; los carros, la gente y el mismísimo
gran Palacio Farnese, con todo y tanto mármol,
se hicieron aire. En su lugar había
una colina ocre pelada. Cuánto frío
hacía, casi helaba, con presagios de nieve.
Como viejos herrajes, los árboles: chatarra
junto a un muro de fábrica. No había viento y no hubo
más sonido en un rato que el crujido levísimo
del hielo que mis pies quebraban en el lodo.
Vi un pedazo de cinta enredado en un seto,
no otro signo de vida. Y luego oí
como el trueno de un rifle. Un cazador, pensé:
no estaba solo, al menos. Pero entonces llegó
el golpe, suave, como de papel,
de una gran rama que caía no sé dónde, invisible.
Y fue todo, a excepción del frío y el silencio
que, como la colina, se anunciaban eternos.
Resurgieron los precios, y los dedos: fui devuelto
al sol y a mis amigos. Pero por más de una semana
me aterró la amargura pelada que había visto.
Hará diez años ya de todo esto
y no me preocupó hasta que hoy, por fin,
recordé esa colina: está justo a la izquierda
del camino que sale de Poughkeepsie, y de niño
pasaba horas mirándola en invierno.

Versión de Aurelio Asiain

***

La lectura de Dante me recordó este poema, que traduje hace casi veinte años para la revista Paréntesis. Es uno de los mejores de Hecht, en mi opinión. Me gusta la delicada ironía de la primera línea: “In Italy, where this kind of things can occur”, el lugar común de que en Italia pueden ocurrir cosas extraordinarias —piensa uno en el síndrome de Stendhal, pero también en las promesas de un folleto turístico—, y el ritmo suelto, como desaliñado, de los versos irregulares que una y otra vez se encabalgan, reproduciendo en su andadura el deambular de unos turistas en la plaza. Me gusta también la analogía entre el acontecimiento del poema puesto en perspectiva —una visión “nothing at all like Dante’s”— y las chucherías de la plaza: como si la visión de un turista fuera también oferta de un mercado de pulgas. Y en el centro del poema, dividiéndolo en dos, esta observación: “The colors and noise Like the flying hands were gestures of exultation, So that even the bargaining Rose to the ear”. De un lado quedan el sol intenso de la plaza, el paseo despreocupado, la calidez de los amigos, y del otro la amargura pelada de un recuerdo súbito que borra la plenitud presente. Al final, las dos imágenes quedan sobrepuestas: sí, estas cosas pasan en Italia.

Koichi Iijima: La lengua materna

Medio año pasé en el extranjero
y ni una sola vez se me ocurrió
escribir un poema.
Olvidado de mí,
vagaba.
“¿Por qué no escribes más?”, me preguntaban.
Y no sabía qué decir.

Luego volví a Japón
y por un tiempo
no pude dejar de escribir.
Ahora al fin entiendo
lo que me pasó ese medio año
en que dejé de escribir poesía.
Entré de nuevo
en la lengua materna.

En la expresión “lengua materna”
están la madre, el país, la lengua.
Medio año pasé queriendo convencerme
de que había cortado con la madre, el país y la lengua.
Andaba por la realidad
sin herirme.
Apenas si tenía
necesidad
de escribir poesía.

En abril, Paul Celan
Se suicidó arrojándose al Sena.
Puedo entender lo que hizo
el poeta judío.
La poesía es triste.
La poesía, dicen,
rectifica el idioma.
Pero yo no lo creo.
Cada día me hiero
con mi lengua materna.
Tengo que irme cada noche
a otra lengua materna.
Por eso puedo escribir poesía
y seguir existiendo.

Traducción de Masashi Yano y Aurelio Asiain

Jean-Paul de Dadelsen: Lógica formal

Lógica formal

   Pero, dice un ángel,

   Puesto que, al parecer, el hombre es
1) formado a imagen de Dios,
2) mortal, perecedero, limitado,
    un poco estúpido a decir verdad,
    y ambas proposiciones son
    incompatibles,
    el hombre, en conclusión, no existe.

Traduje por primera vez a Jean-Paul de Dadelsen en 1988. Veocon satisfacción, recorriendo la web, que las ediciones de su poesía, entonces difícil de encontrar, se han multiplicado. Es un poeta para esta época.

Tadashi Amano: Hogar

 

Alcé la voz
regañando a mi hijo
y ahora
en voz muy baja
tranquilizo a mi perro.

Eres
tan bueno,
eres
tan bueno…

Molesto,
el perro
mueve la cola
de mala gana.

 

家庭
天野忠

大きな声で
子供を叱ったので
いまは
小さな声で
犬を撫でている。

いい子だな
おまえは
いい子だよ
おまえは…。

迷惑そうに
犬は
しぶしぶ尾を振っている。

 

Otros dos poemas de Tadashi Amano, aquí.

Donald Justice: A los cuarenta

A los cuarenta
aprenden a cerrar sin hacer ruido
las puertas de los cuartos
a los que nunca volverán.

Detenidos en el rellano, sienten
que ya se mueve igual que la cubierta
de un barco,
aunque es leve el oleaje.

Y en lo hondo del espejo
vuelven a ver el rostro del muchacho
que en secreto practica el nudo
en la corbata de su padre

y el rostro de ese padre,
que aún cobija el misterio de la espuma.
Son más padres que hijos ya ellos mismos.
Algo los colma, algo

como al ocaso el vasto vocerío
de los grillos que colma el bosque
a los pies de la cuesta a las espaldas
de sus casas hipotecadas.

DONALD JUSTICE,
versión de Aurelio Asiain

(Aquí, la versión de Pedro Poitevin)
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Tres poemas de Galway Kinnell (1927-2014)

AURORA

En el lodo de la marea, casi
al ocaso, reptaban por docenas
las estrellas de mar. Se hubiera dicho
que el lodo fuera el cielo y lo cruzaran
grandes estrellas imperfectas
tan lentamente como cruzan
el cielo las estrellas de verdad.
Todas se detuvieron
y como si sencillamente
se hubieran vuelto más sensibles
a la fuerza de gravedad, se hundieron
en el lodo, desvaneciéndose,
y se quedaron quietas. Cuando el rosa
de la puesta del sol rompió entre ellas
eran tan invisibles
como son invisibles al alba las estrellas.


ESPERA

Espera, por lo pronto.
Desconfía de todo, si hace falta.
Pero no de las horas. ¿No te han llevado
hasta ahora a todas partes?
Tus asuntos serán de nuevo interesantes.
El pelo será interesante.
El dolor será interesante.
Los brotes fuera de estación recobrarán su encanto.
Los guantes de segunda mano recobrarán su encanto;
tienen recuerdos que hacen necesarias
otras manos. Y la desolación
de los amantes eso es: un gran vacío
cavado en estos seres minúsculos que somos
reclama ser colmado; un amor nuevo
es necesario por fidelidad al viejo.

Espera.
No te vayas tan pronto.
Estás cansado. Igual que todo el mundo.
Y nadie se ha cansado suficiente.
Espera un poco nada más y escucha.
La música del pelo,
la del dolor, y la de los telares
que traman otra vez nuestros amores.
Escúchala, será la única vez,
para que escuches, sobre todo,
los alientos de toda tu existencia,
que las penas ensayan y a sí misma se toca hasta agotarse.


OTRA NOCHE EN RUINAS

1
Cuando anochece
la niebla se oscurece en las colinas,
púrpura de lo eterno,
pasa un último pájaro
flop, flop— que adora
solo el instante.

2
Hace nueve años,
en un avión toda la noche en tumbos
sobre el Atlántico,
pude ver, encendida
por los rayos que le salían,
la cara de mi hermano en una nube
que miraba hacia abajo en el azul,
instantes del Atlántico
a la luz de un relámpago.

3
A veces me decía:
“¿Para qué sirve un día?
Esa hoguera que enciendes en la cima
de la desesperanza
podría iluminar el cielo inmenso,
aunque para incendiarlo, es cierto,
tendrías que arrojarte tú a las llamas…”

4
Se rasga el viento en los aleros
de estas ruinas, vacío,
flauta fantasma de los ventisqueros
que afuera en la tiniebla se levantan:
barrancas invertidas donde barre
la noche nuestras alas arrojadas,
nuestras plumas manchadas por la tinta.

5
Escucho.
No oigo nada. Solo
la vaca, la vaca
de este vacío, mugiendo
hasta los huesos.

6
¿Es eso un gallo?
Revuelve
la nieve
buscando
un grano.
Lo encuentra. Le saca llamas.
Se agita. Cacarea.
Brotan
de su frente las llamas.

7
¿Cuántas noches le tomará
a uno como yo aprender
que al fin no estamos hechos de ese pájaro
que se lanza a volar de sus cenizas,
y que nosotros,
cuando entramos en llamas, no tenemos
más trabajo que abrirnos
y ser
las llamas?

GALWAY KINNELL
Versiones de Aurelio Asiain
publicadas antes aquí, aquí y aquí.

 


 

La llave


Perugino: Cristo le entrega las llaves a San Pedro. Capilla Sixtina, 1481-82


LA LLAVE

La puerta
al huerto amurallado, ese lugar
en el que nunca he estado,
se abrió

con un sencillo giro
de la llave
que todos estos años
he cargado conmigo.

ROBIN ROBERTSON / a.a.
De Hill of Doors (2013), en Sailing the Forest: Selected poems, que salió hoy a la venta.

¿Dónde comienza el cielo?

CIELO

¿Dónde comienza el cielo?
¿En el aire en que vuelan las cometas?

A los ojos ocultas,
maduran en silencio ciertas frutas.
Es ya del cielo lo que las rodea.

 

JUN TAKAMI (1907-1965)
/ Aurelio Asiain

*

Derek Walcott: Lorca, Vallejo, Paz, García Márquez

Vivimos en un contexto de traducción, así es como un español lee a Shakespeare o un antillano La Divina Comedia, pero me parece, en medio de mi inmensa ignorancia, que para el idioma inglés es muy difícil, y acaso también para el temperamento de sus hablantes, adaptarse al idioma español, casi como si hubiera que franquear una aduana de inmigrantes. Se baja de una barrera. No nos fundimos con el idioma español de la misma manera que con la pintura española. No escuchamos de entrada, las campanas de las uvas.

Yo he tenido esa dificultad con Lorca, sobre todo con su Poeta en Nueva York, una dificultad que no se reduce a mi ignorancia del español, aunque pienso que el espíritu del idioma español es probablemente el responsable de sus martirizantes abstracciones, ninguna de las cuales martiriza al lector español, pero eso me pasaba con Vallejo, el Vallejo de Trilce, con el primer Neruda e, incluso, con una porción de «Piedra de sol» de Octavio Paz. Los Lorca, Vallejo, Neruda y Paz que disfruto son aquellos donde el verso abstracto aparece de repente como un muro atravesado por la luz del sol o como un campo iluminado súbitamente por la luz que se filtra por una nube partida en dos:
 
Cantan los niños
en la noche serena
 
de Lorca, la poderosa elegía profética de Vallejo: 
 
Me moriré en París con aguacero 
 
y aquellos pasajes de «Piedra de sol», más cercanos a la ficción y la pintura, que presentan empedrados y balcones y siluetas que se mueven a través de ellos. Del mismo modo que los haikú no funcionan en inglés y paran en humildad afectada, el intento de adaptar el espíritu español al verso inglés tropieza con esta contrastante exigencia de lo real, lo lógico, lo lineal. 

Así, quizá, hasta llegar a García Márquez. Una frase de García Márquez funciona en dos niveles: el nivel del narrador, que en una mitad, o incluso un tercio de la frase asumirá el papel omnisciente del narrador minucioso de Flaubert, luego la frase se desliza, desde la presencia de una voz, no la del narrador, sino la de un entusiasmado testigo que imagina una acción en el idioma corriente, la cual se lee, de entrada como una exageración. Al principio García Márquez me enfurecía, pero luego mudé de oído, y aprendí a acomodar otras voces, a menudo simultáneas, dentro de una frase. En un caso alguien es herido y la sangre cruza la calle y entra en una tienda o en una casa; esta metáfora exasperó mi realismo lógico, que es la naturaleza del idioma inglés; éste argumentaba que la sangre no cruza la calle, ni se arrastra ni entra en una casa. No obstante, yo al principio no comprendía el punto extremo de la exageración que sirve para componer un suceso, una frase, no surreal sino real en el sentido de que así es como la gente narra los acontecimientos, sin cambiar los sustantivos, donde la acción es sustituida por la sangre, y ésta se convierte en el relato de un testigo tranquilo o entusiasmado, en un tiempo verbal, pues dos tiempos se juntan: el pasado de lo que ocurrió en un relato fáctico que solía ser la voz del narrador, y el tiempo presente que prosigue el contexto del suceso, el contenido íntegro con sus dos voces; así, la primera mitad de la frase es la ficción oficial, y la segunda, la parte al parecer exagerada, es la ficción oral o tribal, cuya entonación, en la novela o el relato corto, es el rumor.

Toda obra imaginaria se funda en el rumor, en sucesos que el novelista, o el narrador de relatos cortos, confirma. Comprendo esto ahora porque he prestado oídos a la segunda voz, eso que sobrepasó la barrera o el meridiano de la frase, su censura oculta; entonces escuché el sonido del colombiano, de manera que la voz tribal de Macondo pasó a ser asimismo la de cualquiera de los pueblos costeros de mi propia isla; y así nada me pareció más natural y, también más ineludible, que la prosa de García Márquez.

 

 

En «Un caballero que no se acalora» de  Derek Walcott. Conferencia magistral de la Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar en Guadalajara el 9 de marzo de 2000. Traducción de José Luis Rivas. El texto completo, aquí.

 

 

«Cuando a tu corazón lo embargue la miseria…»

POR LAS OREJAS

Cuando a tu corazón lo embargue la miseria, no escuches música.
Vete a donde no haya sino aire, agua y piedras
a comer a hurtadillas el silencio. De lejos
llegarán las palabras de la vida en un eco.

Takayuki Kiyooka (1922-2006)
Versión de Masashi Yano y Aurelio Asiain