Iluminación ilustrada

Anoté hace años cómo el upāsaka Ch’ang Chiu-ch’en (張九成) ponderaba en el escusado un koan cuando oyó croar una rana y despertó:

春天月夜一聲蛙
撞破乾坤共一家

Noche de luna en primavera. Croa una rana.
Hace añicos el cosmos: lo vuelve una familia.

* * *

Encontré la anécdota y una versión en inglés del poema en The Golden Age of Zen. Zen Masters of the Tang Dinasty de John C. H. Wu, Yangmingshan, Taipei, 1967, pero el texto en esta página. Me pregunto si Bashô…

Y Guillermo Sheridan comentó:

Bueno, es muy hermoso el texto, pero el contexto…
Es imposible no establecer santos paralelos causales entre el croar de la rana y el culo que brama; ni entre la rana en su estanque y el sapo en el retrete, y etcétera.
Por otro lado, como ya narré alguna vez, no sé dónde, hablando de la diocesilla Baubo (o Imabe), un pedo a tiempo no sólo salva al mundo, sino replica, little bang, al cosmos, big bang.

Con lo cual no hacíamos sino comentar, adelantándonos torpemente, el cartón que publicó ayer Jis:

"Otro día". Cartón de ©Jis

«Otro día». Cartón de ©Jis

Adviértase que la última frase en el cartón de Jis, entre la mano izquierda del monje y la onomatopeya entre paréntesis, es una cita de la frase final del más conocido haiku de Bashô: «¡El viejo estanque! / Una rana da el salto. / El sonido del agua». Saque el lector sus conclusiones.

 

Al respecto, Ernesto Hernández Busto me llama la atención sobre esta entrada de Valerio Magrelli en su Ch’e cos’è la poesia, abecedario:

U de Urgencia

Prefiero esta palabra a aquella, más desgastada, de “inspiración”. “Urgencia” indica un movimiento, una presión que impulsa al poeta a escribir en determinado momento, y no en otro. Quizás a alguien el término le pueda parecer inadecuado, por demasiado cercano al universo corpóreo (la pareja digestión-evacuación). Al contrario, el vocablo se recomienda justo por esa cercanía, como han hecho notar muchos escritores.
La analogía entre la poesía y las heces aparece, por supuesto, en las vanguardia, dedicadas al sabotaje y a la mezcla de códigos, pero mucho más sorprendente resulta reencontrarla en un autor post-simbolista como Paul Valéry. Una de sus prosas, titulada Elementos físicos, plantea esta extraña pregunta: ¿por qué razón aquello que sale del cuerpo debería ser más sucio que aquello que ha entrado en éste? Al contrario, rebate Valéry, aquello que echamos fuera debería ser considerado como el purísimo, refinado y sapiente producto de una complicada elaboración.
Y he aquí su desconcertante tesis: “Oh, cuerpo glorioso, ¡algún santo debería mostrar amor por tu mierda! Mientras aún está dentro, es sagrada como si fuese una parte del Yo, y cuando digo ‘yo’ ella también está incluida. Luego se hace notar dentro de mí y se vuelve imperiosa. Un extranjero por expulsar. Y sin embargo sigue siendo MI criatura, mi obra más importante”.
He traducido como “mierda” la palabra francesa “fiente” porque los otros sinónimos están todos en plural (heces, excrementos) y no cubren la singularidad de la producción orgánica que el autor pretende subrayar (“MI criatura, mi obra”) al escoger, sobre todo, el género femenino. Pero nadie, probablemente, ha llegado tan lejos como para parangonar el producto poético con el escatológico, el objeto más sublime con el más vulgar. Y todo esto bajo el signo de la urgencia, o sea, del súbito reclamo de una materia que escapa, empuja y pide prepotentemente ver la luz.

 (Traducción de Ernesto Hernández Busto que tomo de aquí, donde hay más).