Un mínimo de cortesía

Confieso asimismo que, cuando se trata de criticar algo, no me ando por las ramas. Me gusta llamar “pan” al pan y “disparate” al disparate. Eso no todo el mundo lo aplaude. Según parece, el hablar claro ha caído en tal desuso que algunos lo sienten casi como agresión. Hace poco alguien me acusó severamente de tratar a mis criticados sin “un mínimo de cortesía y educación” (cita literal). Yo estoy convencido de que cuantas más dosis de buena educación y de formulas de cortesía se pongan en una crítica, tanto más imprecisa y borrosa la vuelven, aparte de que es un desperdicio de papel y de tiempo.

Antonio Alatorre, en “Oficio: filólogo”. Revista (paréntesis), Nº 9-10, mayo-junio de 2001, p. 37