El sexto de los Seis poemas de Marina Tsvetaeva de Shostakovich es el dedicado a Ana Ajmátova. La traducción del poema, que podría sin duda mejorarse, esta tomada de esta página, donde hay otras debidas a Severo Sarduy.
A Ajmatova
¡Oh musa del llanto, la más bella de las musas!
Oh loca criatura del infierno y de la noche blanca.
Tú envías sobre Rusia tus sombrías tormentas
y tu puro lamento nos traspasa como flecha.
Nos empujamos y un sordo ah
de mil bocas te jura fidelidad, Anna
Ajmátova. Tu nombre, hondo suspiro,
cae en un hondo abismo que carece de nombre.
Pisar la tierra misma que tú pisas, bajo tu mismo cielo;
llevamos una corona.
Y aquél a que a muerte hieres a tu paso
yace inmortal en su lecho de muerte.
Sobre esta ciudad que canta brillan cúpulas,
y el vagabundo ciego canta loas al Señor…
Y yo, yo te ofrezco mi ciudad con sus campanas,
Ajmátova, y con ella te doy mi corazón.
Versión de Monika Zgustová
El soldado
No era malo al nacer. Pero ahora anochece
y, humillando a las lámparas, aunque es ciego, se enciende.
Lleva un gorro de piel rojiza en la cabeza
y cuelgan en su bolsa dos balas de mosquete.
Ho Xuang Huong
Ho Xuan Huong
Publiqué esta traducción en el número 11 de (paréntesis) en junio de 2001. Desde luego no es directa: vierte la espléndida versión de John Balaban en Spring Essence, que incluye la poesía casi completa de Ho Xuang Huong.
Se sabe poco de la legendaria poeta, cuyo nombre significa “esencia de primavera”. Debió de nacer en Vietnam entre 1775 y 1780. Fue concubina de Tran Puc Hien, gobernador de la provincia de Yen Quang (hasta que, acusado de aceptar un soborno, fue ejecutado por orden del Emperador), quizá del prefecto de Vinh Tsuang y sin duda de cierto funcionario menor, del que se burla en algún pasaje. Poco después de su muerte, hacia 1820, su tumba se volvió lugar de peregrinación y tópico poético. Quizá no sea autora de todos los poemas que se le atribuyen: hubo quienes se acogieron a la sombra protectora de su nombre para publicar algunos que, como los suyos, transgredían abiertamente la ética confuciana haciendo escarnio del matrimonio y de los hombres como de funcionarios y sacerdotes. No es extraño que la poesía de Ho Xuang Xuong recurra con frecuencia al doble sentido y la alusión. Sorprende que haya sido escrita en Hanoi a principios del siglo XIX y no en Berkeley o Nueva York a fines del siglo pasado. El poema de esta página, por ejemplo, hace pensar en el muy conocido de Sharon Olds:
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El pene del Papa
Cuelga debajo de sus ropas, suave
badajo, corazón de la campana.
Se mueve si él se mueve, pez en un fantasmal
halo de algas de plata, la pelambre
meciéndose en lo oscuro y el calor —y en la noche,
ya vencidos los párpados, se yergue
para alabar a Dios.
Sharon Olds
Explicación escrita en Nature. Visto gracias a Maria Popova.
Lo primero que supe de Vietnam fue tal vez que allá había una guerra, de la que seguramente vi imágenes en el periódico y la televisión que ya se me han desvanecido, o que he visto después muchas veces sin saber desde cuándo las conozco. Pero mi primer recuerdo consciente de Vietnam no es visual sino auditivo. Es la consigna que coreaban los manifestantes en las marchas de 1968 a las que fui de mano de mi madre:
¡Ho-Ho-Ho,
Ho Chi Minh!
¡Díaz Ordaz:
chin chin chin!
Me hizo gracia descubrir, a estas alturas del partido y mientras nos sentábamos a tomar cerveza y ver pasar motocicletas desde la terraza —es un decir— de un bar de Pham Ngu Lao, en Hanoi, que la parte final del estribillo tenía sentido en la lengua del Tío Ho y era además un nombre propio: el de una cadena de minisupermercados. Una amiga vietnamita me explicó poco después el sentido del nombre y me dio la sorpresa mayor: el 9 (chin) es un número de buena suerte en Vietnam y 999 significa “que la buena fortuna te acompañe largamente”. O sea que los manifestantes coreaban algo así como “¡Larga gloria a Díaz Ordaz!”.
14 de marzo, 2009.
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Hace casi exactamente tres años, al volver de un viaje a Vietnam, puse esta nota en mi página de Facebook (que entonces podía diseñarse como la de una pequeña revista personal y por lo mismo usaba yo mucho, no como ahora, que apenas me asomo por ahí) y nueve meses después, porque se le ocurrió a Luis González de Alba, la reprodujo Nexos en línea. La traigo para no perderla; y porque la anécdota me gusta.
Transitamos también, como los gatos,
por siete vidas, pero simultáneas.
A saber por qué sueños habré andado.
Ese azul es azul de otra ventana.
Publicado originalmente aquí y así.
La cabeza apoyada en ambas manos, miro la hoja de papel en blanco. Miro la tinta en el pincel, ya seca. El alma duerme. ¿Cuándo se despierta? Salgo a dar un paseo: está soleado, toco las flores altas con la mano. Tiene el bosque a esta hora suaves verdes y el monte, rojo al sol, vetas de nieve. Me demoro en las lentas nubes altas, oigo los cuervos que de pronto graznan y regreso a la hoja de papel aún blanca debajo del pincel. CHANG-CHI (750-830) Versión de Aurelio Asiain a partir de la versión inglesa de Edward Powys Mathers y antes puesta aquí.
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