Acróstico soneto con historia
1) El soneto
ACRÓSTICO TRAIDOR
Acróstico traidor: no restituyes
una presencia plena y sosegada,
rezagada en Berlín, o en esa nada
escueta pero cierta, de que huyes.
Lenta locura donde a veces fluyes:
inventas una torre abandonada
o la ves desde lo alto y le atribuyes,
ya que no los delirios, la mirada
sin mirada de Hölderlin. Inerte
espejismo de un río que no cesa:
verte apenas. Más bien: apenas verte.
Es cierto que intimida la belleza,
reverso del hastío y la fijeza,
o de la luz certera de la muerte.
Severo Sarduy

Severo Sarduy
2) La historia
Nos habíamos encontrado en la Feria del Libro de Frankfurt, en 1985, nos habíamos divertido mucho, como siempre, y una noche en la habitación de su hotel Severo había señalado por la ventana hacia lo que según él eran las ruinas de la torre de Hölderlin —que en realidad están en otra dirección y lejos de ahí, a la orilla del Neckar, en Tübingen— y, conmovido primero y exaltado después, había delirado con la idea de que la mirada del poeta se hubiera dirigido alguna vez a donde, dos siglos después de anulados sus ojos, nos encontrábamos. No fue ese el único regalo de la lenta locura en que se deslizaba: también había querido tejerme un affaire con una colega de las Éditions du Seuil cuya mera visión —cómo olvidarla— me dejó, ay, tan estupefacto como incapaz de corresponder al avance. Por eso, en el soneto acróstico que improvisé en el reverso de una postal desde el tren que me llevaba a Berlín, y que envié a París desde la oficina postal de la estación, anoté que “intimida la belleza”. Severo amaba como yo los juegos formales y este —no inédito: está en sus Obras reunidas— es, pues, respuesta a uno mío; que no recuerdo, pues apenas lo retuve unos momentos, y del que absurdamente no guardé copia pero que se exhibió alguna vez en una exposición de sus papeles, en París, hace unos años. No la vi y no sé si lo colocaron junto a su fruto gemelo: el cuento “Solo en Francfort”, dedicado de S. S. a A. A. y escrito en cumplimiento de una promesa de la misma noche, en la lenta locura de un poeta ya enfrentado a la luz certera de la muerte.