¿Qué es la divinidad si solo puede venir en sueños y calladas sombras? ¿No hallará en la amistad del sol, la fruta acre y las verdes alas encendidas, o un bálsamo o belleza de la tierra, cosas que proteger, una idea del cielo? La divinidad debe vivir en ella misma: la pasión de la lluvia, la emoción de la nieve; la queja en soledad o el júbilo sin freno en los bosques en flor; emociones a ráfagas en caminos mojados en las noches de otoño; todo el placer y todos los dolores, y en mente el tallo del verano, la rama del invierno: son estas las medidas a su alma destinadas.
La espinela es la variante más popular de la décima octosilábica. Suele tomarse como canónica, y hay quienes entienden décima y espinela como sinónimos, pero hay formas distintas a la que fijó y popularizó el músico y poeta Vicente Espinel (1550-1624). La tercera de las Décimas de nuestro amor, de Xavier Villaurrutia, por ejemplo, es una espinela:
III Por el temor de quererme tanto como yo te quiero, has preferido, primero, para salvarte, perderme. Pero está mudo e inerme tu corazón, de tal suerte que si no me dejas verte es por no ver en la mía la imagen de tu agonía: porque mi muerte es tu muerte.
En cambio la cuarta no lo es:
IV Te alejas de mí pensando que me hiere tu presencia, y no sabes que tu ausencia es más dolorosa cuando la soledad se va ahondando, y en el silencio sombrío, sin quererlo, a pesar mío, oigo tu voz en el eco y hallo tu forma en el hueco que has dejado en el vacío.
En una y otra la distribución de las rimas es la de la espinela: dos series enfrentadas en espejo (abbaa/ccddc); pero solo la primera cumple con el requisito de que los cuatro versos iniciales formen una redondilla, una cuarteta de rimas abrazadas, tras la cual se desarrollan como glosa, comentario o réplica los seis versos siguientes, en una secuencia (abba/accddc) ligada a la anterior por la rima del primero, de modo que la espinela resulta divisible en dos de dos maneras, pues el corte sintáctico y el fonético ocurren en distintos puntos, que podrían señalarse así: (abba)(accddc).
A Jorge Drexler, que convalecía con una pierna rota (un día habrá que contar todo lo que la poesía le debe a las fracturas de pierna de los poetas), se le ocurrió hace ocho meses, para que cupieran en el espacio de un tuit, reducir los versos de la espinela a la mitad, pero conservando todas las rimas, volviéndolas internas, y la posición relativa del corte sintáctico, que ahora ocurre tras el segundo verso.
No hay espinela que quepa, que yo sepa, en esta esquela. La semiespinela ostenta su cuenta de caracteres que muere en ciento cuarenta.
Las rimas internas resaltan acentos habitualmente inadvertidos en los versos de arte menor, con el efecto de un enrarecimiento sonoro que molestó la primera vez que vi la estrofa. Pero hace un par de días leí este tuit:
Una frase sencillísima, de un doble sentido no inmediatamente perceptible y que coquetea sin escándalo con el vértigo y el absurdo. Supongo que fue la coma lo que desató la cadena de ecos:
Por cierto, todo es mentira: respira conmigo el muerto. Está despierto el dormido que perdido me ha encontrado no en lo dado, sí en lo ido.
Pensaba, claro, en la conversación con los difuntos del que lee al escribir, en el dormido despierto que habita cada conciencia: en Quevedo y en Villaurrutia. En la primera versión el verso final era más corto y podía leerse de ida y vuelta; en la segunda el segundo verso terminaba todavía con una coma y el tercero empezaba con una y. Los he cambiado por un punto para conservar la alusión al modelo, aunque advierto que la mayor parte de quienes han seguido la variación propuesta por Jorge Drexler lo han pasado por alto. Véanse los ejemplos que recoge Pedro Poitevin.
Mientras redacto lo anterior me entero de otra invención formal de Jorge Drexler, un juego de permutaciones. No sé más que lo que él mismo dice en el video.