Galway Kinnel: La mosca
Esa mosca
a la que acabo de arrojar
de mi cara no cesa de zumbar
junto a mí, car-
nívora á-
vida de alma.
Puede que un día aprenda a soportar
sus pasos de esporádica llovizna
en el párpado o la mejilla,
y hasta a escuchar mi propio canto
en su canción quemada.
Flor de lis en la carne, una abeja,
con su mechón de sol sobre la espalda,
le brinda amor sexual a la flor del narciso.
Su canto es puro cumplimiento
y pica y muere
y todo lo que toca
se abre y se abre.
Y sin embargo nuestro adiós último
es a la mosca última,
la carne mosca última,
lo último absoluto, su
última sucia realidad desnuda.